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Un México herido y un gobierno indolente | Opinión de: Froylán Castillo

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 19 mar
  • 3 Min. de lectura
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El reciente hallazgo de campos de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, no es una noticia más. Es una evidencia brutal de la descomposición del país, un grito de dolor de una sociedad fracturada y abandonada por un gobierno que prefiere mirar hacia otro lado. Este, el enorme reto que Claudia Sheinbaum hereda de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, un sexenio manchado de sangre y omisiones, donde las víctimas de desapariciones forzadas nunca fueron prioridad.


En Teuchitlán, a solo una hora de Guadalajara, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco destapó el horror: el Rancho Izaguirre, un predio que, según reportes, el Cártel Jalisco Nueva Generación utilizó como campo de adiestramiento y exterminio. Allí, entre fosas clandestinas, restos humanos y hornos crematorios, se encontraron cerca de 200 pares de zapatos, testigos silenciosos de los miles de desaparecidos que el crimen organizado ha sepultado con impunidad.


Las madres buscadoras, esas mujeres incansables que rasgan la tierra con sus propias manos para encontrar a sus hijos, han asumido la tarea que el Estado les ha negado. Ellas buscan, ellas exigen, ellas lloran a los suyos mientras el gobierno las ignora. La administración de López Obrador, y ahora la de Sheinbaum, ha demostrado su mezquindad al desairarlas, al negarse a recibirlas, al darles la espalda mientras el país se llena de tumbas anónimas.


Pero la vileza del gobierno morenista no se detiene ahí. Con su descaro habitual, intentan victimizarse, como si denunciar esta barbarie fuera un “golpeteo político” en su contra. ¿Cuánto desinteres se necesita para desestimar el dolor de miles de familias? ¿Cuánta maldad para abrazar a los criminales en lugar de combatirlos? México llora a sus desaparecidos mientras Morena protege su narrativa y encubre su complicidad con los cárteles.


Hablar de desaparecidos no es solo citar cifras frías. Cada número representa un nombre, una historia, una vida arrancada. Durante el sexenio de AMLO, México alcanzó su nivel de violencia más alto en la historia reciente: más de 200,000 asesinatos y casi 60,000 desapariciones. En promedio, un mexicano desapareció cada hora. Durante su mandato, se localizaron casi 3,000 fosas clandestinas. ¿Cómo se puede pedir que olvidemos?


Pero Sheinbaum nos lo pide. Con cinismo, suplica que “dejemos en paz” a su líder y mentor. No, presidenta. No hay descanso para quien dejó un país ensangrentado. No hay silencio para quien permitió que el crimen organizado se adueñara del territorio. No hay olvido para quien gobernó con los brazos cruzados ante la violencia. Sobre los hombros de López Obrador recae la descomposición del país y el contubernio entre el crimen y el gobierno.

Morena es experta en repartir culpas, pero incapaz de ofrecer soluciones. Cuando les convenía, lucraban con los 43 de Ayotzinapa. Hoy, ante nuevas fosas clandestinas, callan. Su falso amor por México queda al descubierto. No les importan las víctimas; solo les importa proteger a su partido y su proyecto de poder.


Teuchitlán quedará en la memoria, al igual que Ayotzinapa. Será otro recordatorio de la indolencia de un gobierno que, en lugar de combatir al crimen, lo apapacha con su fracasada estrategia de “abrazos, no balazos”.


México necesita un gobierno valiente, un gobierno de verdad, que enfrente la impunidad y rompa de una vez por todas su pacto con el narco. Pero mientras Morena siga en el poder, solo nos queda seguir gritando justicia, se necesita una presidenta con amor por su país más que por la de el partido que la llevo al poder.


Difícilmente la justicia alcanzará a estos delincuentes de la 4T, pero los mexicanos que si amamos a nuestro país no olvidaremos. No los dejaremos en paz.

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