México vigilado… por los que decían que “primero los pobres” | Opinión de Froylán Castillo
- La Redacción
- 26 jun
- 3 Min. de lectura

¿Recuerdas cuando el oficialismo prometía acabar con el viejo régimen? ¿Cuando juraban, entre aplausos y frases vacías, que venían a derribar los muros de la corrupción y el autoritarismo? Pues sorpresa: no lo destruyeron, lo remodelaron. Le cambiaron el color, lo vistieron de guinda y ahora lo usan para espiar, vigilar y callar a quien se atreva a levantar la voz.
La llamada Ley del Sistema Nacional de Investigación e Inteligencia, junto con las reformas a la Ley de la Guardia Nacional conocidas ya como la “Ley Espía” es un Frankenstein legislativo con esteroides. Un engendro que combina el poder sin límites del Ejército, con la mentalidad de un régimen que se cree eterno, impune y dueño de tu verdad.
Este no es un avance en seguridad. Es un retroceso en libertades.
En pocas palabras, te pueden espiar sin orden judicial. Autoridades podrán acceder a tus datos personales, a tus comunicaciones telefónicas, a tus movimientos financieros, a tus redes sociales y hasta a tus interacciones digitales. Todo, bajo el pretexto de la “seguridad nacional”. Todo, sin que tú lo sepas. Todo, porque el gobierno decidió que “puede”.
Esto no es inteligencia, es vigilancia masiva con permiso legal. ¿Te suena exagerado? Lo mismo pensaban en Rusia, en China, en Venezuela... hasta que ya era demasiado tarde.
Y lo peor, no se trata de combatir al crimen. Porque si los feminicidios aumentan, si los cárteles exhiben poder a plena luz del día, si las extorsiones se multiplican, entonces ¿por qué no se enfocan en eso?
La respuesta del régimen es clara, si no puedes controlar la inseguridad, controla lo que la gente dice de ella.
Esta ley es parte de un paquete mayor. La Ley Mordaza en Puebla, que penaliza “insultos” en redes sociales, y otras reformas que buscan bloquear plataformas digitales por “riesgos a la seguridad nacional”, completan el rompecabezas. Pronto, quejarte en Twitter podría meterte en un proceso penal. Publicar un meme crítico, considerarse “acoso político”. Hacer periodismo incómodo, un riesgo profesional.
Organizaciones como Artículo 19, R3D y hasta Amnistía Internacional ya dieron la alarma: México está normalizando un modelo autoritario sin necesidad de tanques ni toques de queda, solo con decretos disfrazados de leyes.
Lo peligroso no es que ya puedan hacerlo. Lo peligroso es que ya lo están haciendo.
Esta es la receta perfecta del autoritarismo moderno:
Militariza la inteligencia.
Elimina contrapesos (como el INAI o el Poder Judicial).
Acusa de “conservador” o “fifí” a todo aquel que disienta.
Crea leyes ambiguas que criminalicen la crítica.
Apláudete en la mañanera.
Y mientras tanto, el pueblo bueno y sabio es utilizado como escudo para justificar la represión selectiva. Porque “el pueblo” sí… pero solo el que aplaude. El que cuestiona, ese es enemigo de la patria.
¿Vamos a esperar a ser los siguientes en la lista de vigilados? ¿Vamos a permitir que nos conviertan en súbditos digitales mientras nos dicen que esto es “por nuestro bien”?
La libertad no se negocia, se defiende.
Si no alzamos la voz hoy, mañana lo haremos desde el silencio de una sociedad domesticada por el miedo. Porque si dejamos que nos vigilen, que nos callen y que nos dicten lo que podemos o no decir, entonces esta “transformación” no fue ni cuarta ni nueva: fue la repetición peorada del autoritarismo más viejo y vulgar de México.
Ya no es el régimen de antes. Es peor. Es un régimen con Wi-Fi, algoritmos y soldados listos para meterse en tu conversación privada.
Esta es la hora de los valientes. De los que incomodan. De los que prefieren una democracia imperfecta a una dictadura maquillada.
La Ley Espía no debe pasar sin resistencia. Porque si la aceptamos, si la normalizamos, si la dejamos correr, entonces nos merecemos el país que nos están dejando, uno en donde el silencio será lo único legal.
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