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Más allá de la ideología: la urgencia del resultado | Opinión de Erick Dour

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 6 jul
  • 2 Min. de lectura
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En México —y en gran parte del mundo— el discurso político se ha vuelto un campo de trincheras ideológicas. Izquierdas y derechas se acusan mutuamente de todos los males, mientras los ciudadanos siguen esperando, con frustración y cansancio, algo muy sencillo: que las cosas funcionen.


La verdad es que la gente ya no quiere etiquetas, quiere resultados. El ciudadano no se levanta cada mañana pensando si gobierna la izquierda o la derecha, sino si podrá acudir al hospital y recibir atención médica digna; si el camión llegará a tiempo y en condiciones seguras para ir a su trabajo; si podrá caminar con su familia por el parque sin miedo a ser asaltado.


La ideología, por sí sola, no cura enfermedades, no llena vacíos presupuestales ni impide que te roben el celular en una esquina. Y es que, por más que algunos insistan en trazar divisiones ideológicas, la ecuación que exige la ciudadanía es clara y concreta: salud, seguridad, educación, trabajo y justicia. Nada más, pero tampoco nada menos.


El problema es que nadie ha sabido, o querido, resolver esa fórmula. Se nos prometen revoluciones desde la izquierda o grandes eficiencias desde la derecha, pero al final del día, seguimos atrapados en los mismos problemas de siempre. Lo que realmente importa es que las instituciones respondan, que el gobierno funcione, y que quien llegue al poder —sea del color o corriente que sea— entienda que su tarea no es adoctrinar, sino servir.


No se trata de renunciar a las convicciones personales ni a los principios. Se trata de ponerlos al servicio del bien común. La ideología debe ser brújula, no ancla. El verdadero liderazgo político en este tiempo será el que entienda que gobernar no es predicar, sino construir soluciones, con evidencia, con profesionalismo, con compromiso.


La sociedad mexicana ya dio muestras de madurez. Ha votado por todos los colores, ha sido paciente, ha creído y ha confiado. Pero hoy, exige menos discursos y más resultados. Ya no basta con saber si un político es de izquierda o derecha: lo que se quiere saber es si es capaz. Capaz de arreglar un hospital, de mejorar la calle, de reducir la violencia, de proteger al ciudadano.


Es tiempo de dar ese paso. Dejar atrás los extremos, las etiquetas vacías y las guerras de narrativa. El futuro no se construirá con ideología, sino con resultados. Y en eso, la ciudadanía ya lleva mucha ventaja.

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