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Ley de los Dos Corazones, una misma dignidad | Opinión de Froylán Castillo

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 16 abr
  • 3 Min. de lectura
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En Chihuahua, el latido de un corazón humano ya no representa un límite legal. Tras los efectos de la imposición de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el aborto dejó de ser considerado delito en cualquier etapa del embarazo, sin restricción alguna. Hoy, no existe marco legal que brinde una protección mínima a los seres humanos en desarrollo y no existia alguna que velara tambien por las madres, siendo conscientes que son muchos factores externos los que orillan a una mujer a decidir interrumpir su embarazo.


Frente a este vacío normativo, surge una propuesta legal que busca conciliar lo que durante años se consideró irreconciliable, el derecho de la mujer a decidir y la protección del ser humano por nacer. Porque aunque hoy el aborto sea legal en Chihuahua, el verdadero objetivo es más profundo: hacerlo impensable.


Estar a favor de la vida no se limita únicamente a defender a quienes están por nacer; implica una convicción integral de dignidad humana, que abarca al niño en gestación, a la mujer violentada, al enfermo, al anciano y a toda persona cuya vida se encuentre en condición de vulnerabilidad. Por ello, ante esta imposición, la respuesta debe estar en el mismo terreno: el de la legislación, con argumentos jurídicos, científicos y éticos que devuelvan a la vida el valor que nunca debió perder.


La respuesta se llama la "Ley de los Dos Corazones", una iniciativa respaldada por el Grupo Parlamentario del PAN a través del Dip. Carlos Olson, que, sin imponer ideologías ni dogmas, plantea un criterio clínico claro y verificable: una vez detectado el latido del corazón del hijo o hija por nacer, el aborto será considerado delito, salvo en los casos que la ley ya reconoce. Esta regulación no criminaliza a la mujer, sino que propone un modelo de atención integral, restaurativo y humano, que entienda las circunstancias, pero que no ignore la ciencia ni la dignidad del ser en gestación.


A diferencia de otras legislaciones que fijan semanas de gestación de forma arbitraria, esta propuesta toma como punto de partida un hecho clínico objetivo: la presencia de actividad cardíaca autónoma, que inicia entre los días 22 y 24 postconcepción, y puede ser detectada desde la semana 5.5 a 6, mediante ultrasonido transvaginal. Si la ley reconoce la muerte humana por paro cardíaco irreversible como lo establece el artículo 343 de la Ley General de Salud, ¿por qué no reconocer el inicio de esa vida con el mismo estándar?


Esta no es una reacción ideológica, sino una solución jurídica ante un nuevo marco legal. La propuesta cumple con el mandato de la SCJN de no penalizar a la mujer (DGI 1/2024), y establece un criterio legítimo, proporcional y razonable, superando el test de proporcionalidad establecido en la Acción de Inconstitucionalidad 146/2007.


Además, armoniza el derecho a decidir con el principio de protección progresiva de la vida, conforme al criterio tanto de la Suprema Corte como de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.


En lugar de caer en posturas maximalistas que chocan con la realidad jurídica vigente, esta iniciativa propone un límite razonable, humano y científicamente justificado. No busca imponer creencias, sino proteger a quienes no tienen voz.


Hoy, en Chihuahua, es legal interrumpir un embarazo en cualquier etapa, incluso en fases avanzadas de gestación. Pero la verdadera pregunta no es si debemos volver al pasado que ya fue atropellado por la Corte, sino si tenemos el valor y la responsabilidad de establecer un límite real que proteja ambas vidas, y que verdaderamente responda a las mujeres con empatía, acompañamiento y justicia.


Hoy, desde el norte del país, al estilo Chihuahua, nuestro estado se convierte en un faro de esperanza para quienes creemos en la dignidad humana desde su inicio. Con esta propuesta, se marca un precedente de cómo se puede legislar a favor de la vida sin renunciar a la protección de la mujer. Sí, aún hay muchos desafíos pendientes en materia de salud, infancia y derechos de las mujeres, pero este es un primer paso firme y valiente.


No es una imposición, es un acto de justicia. No es castigo, es protección. Porque una sociedad verdaderamente justa no ignora el latido de los más pequeños, porque cuando dos corazones laten, la ley no puede ni debe guardar silencio.


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