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Estudiantes que se organizan, universidades que se transforman: la UACH ante el reto de ser una comunidad viva | Opinión de Valeria Maldonado

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 15 may
  • 2 Min. de lectura
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La historia ha demostrado que el impacto de una universidad no solo se mide por sus aulas o sus títulos, sino por la fuerza de su comunidad estudiantil y sus logros. En nuestro país, existen grandes ejemplares universitarios, con el conflicto de que estos están ligados a dos extremos lejanos, solo unidos por un potencial.

La Universidad Nacional Autónoma de México, se ha consolidado como una institución con un poder transformador innegable, no solo por su nivel académico, sino por el papel protagónico de sus estudiantes en la vida política, científica y social del país. Llegando a ser uno de los mayores orgullos nacionales, que ha llegado a enaltecer el nombre de México internacionalmente. La UNA podría ser un excelente referente para las universidades como la Universidad Autónoma de Chihuahua, que crean gran impacto y que poseen un enorme potencial humano, pero aún carecen de una comunidad estudiantil fuerte, articulada y consciente de su poder colectivo.


La UNAM ha sido cuna de grandes movimientos que marcaron historia: el Movimiento del 68, la huelga de 1999, la defensa de la gratuidad educativa, las luchas feministas, ecológicas y por la autonomía universitaria. Todo basado en un poder que, a mi parecer, tiene base en una comunidad unida, con pensamiento crítico y especialmente que tiene compromiso social. No es casualidad que la UNAM encabece rankings de excelencia académicos y a la vez tenga impacto en los grandes debates nacionales.


La UACH es una universidad con un potencial notorio, compuesta de talento, capacidad y conciencia, pero carente de algo fundamental, una unidad estudiantil que explota todas sus cualidades. Si bien hay esfuerzos aislados, colectivos valiosos y voces críticas, la universidad aún no cuenta con una base estudiantil articulada que defienda sus derechos, proponga políticas internas, y sea un contrapeso real frente a decisiones verticales o indiferencia institucional. No se trata de imitar a la UNAM al pie de la letra, sino de asimilar lo mejor de su experiencia y construir una identidad propia con base en lo que somos, una comunidad vasta, plural y con potencial para cambiar nuestro entorno.


Una comunidad fuerte transforma su realidad, defiende sus derechos universitarios con uñas y dientes, exige rendición de cuentas y transparencia institucional, combatiendo las practicas erróneas, participa y colabora con las autoridades para elaborar políticas internas, así como sus reglamentos, y lo mas importante: se convierte en actor público, opinando con fundamento en temas sociales, legislativos, ambientales, de justicia y derechos humanos. Los universitarios al ser considerados como los pensantes del país, los nuevos observadores, tenemos como responsabilidad ver que dejamos como patrimonio en no solamente nuestra universidad, sino que también en nuestro Estado.


Seamos curiosos, tenemos que proponer, debatir, cuestionar y lo más importante, participar. Somos estudiantes de: Derecho, Medicina, Filosofía, Ingeniería, Arte, entre otras prestigiosas carreras, y tenemos las herramientas y conocimiento para causar grandes cambios. Lo que falta es el paso valiente hacia la acción colectiva, la comunidad estudiantil de la UACH no es menor, ni débil, ni incapaz. Es simplemente una comunidad que aún no ha asumido toda su fuerza y en un país donde la juventud está llamada a reconstruir el futuro, callarse ya no es una opción.


Una comunidad que se forma en el silencio, sin organización ni pensamiento crítico, está condenada a ser dirigida, pero no a decidir.


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