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El llamado de una juventud con convicciones en el servicio público | Opinión de Leonardo Lozano

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 23 jun
  • 3 Min. de lectura
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Ser joven hoy es un reto, pero ser un joven con principios en el servicio público es además, una responsabilidad. No una carga, sino una misión. En tiempos donde la fe se guarda para lo privado y los valores se sacrifican por conveniencia, los que creemos en el bien, en la verdad y en el orden natural que nos ha sido dado, estamos llamados a dar un paso al frente y servir con coherencia, valentía y entrega.

 

Vivimos en una sociedad que muchas veces se avergüenza de lo que es bueno, que se burla de lo correcto, que llama amor a lo que no lo es, y que pretende confundir libertad con desorden. En medio de esa confusión, la juventud con convicciones tiene que ser luz. No para imponerse, sino para iluminar. No para juzgar, sino para dar ejemplo. Porque servir desde el gobierno, desde una oficina, desde un cargo, es también una forma de transformar con el testimonio, con el deber bien cumplido y con la decisión firme de no ceder ante lo que sabemos que está mal.

 

Quienes tenemos una formación basada en valores sabemos que Dios nos dio una identidad y una dirección clara para nuestra vida. Defender lo que es verdadero no es discriminar, es ser fiel. Hoy, cuando se exige tolerar todo menos la convicción, cuando mantenerse firme parece un acto de rebeldía, es cuando más necesitamos servidores públicos que no teman decir: yo creo, yo defiendo, yo sirvo desde la verdad.

 

Un joven con convicciones no está llamado a esconder lo que cree ni a negociar sus principios. Al contrario, está llamado a trabajar más, a formarse mejor, a servir con más entrega. Porque no basta con no robar ni hacer daño. Hay que construir el bien, hay que dignificar la política, hay que demostrar que desde los valores sí se puede transformar la vida pública.

 

No se trata de hablar de Dios en cada discurso, sino de que cada acción hable de lo que creemos. Que nuestra manera de trabajar, de atender, de decidir, sea reflejo de una conciencia recta. Porque quien de verdad tiene fe, sirve con justicia, con respeto y con amor verdadero. Pero no con discursos vacíos, sino con acciones firmes.

 

La juventud no es excusa para la tibieza. Al contrario, es la etapa ideal para entregarse. Como dijo el Papa Francisco, “No balconeen la vida, métanse en ella... El servicio no es para los flojos. ¡El servicio es para los valientes!” Y ser valiente, hoy, es mantenerse firme, vivir con pureza, trabajar con honestidad, y defender el bien, aunque eso implique ir contra corriente.

 

Este es un llamado a quienes tienen una formación ética y espiritual, no tengan miedo de vivir con firmeza en el servicio público. No se trata de imponer, sino de inspirar. No se trata de agradar, sino de ser fieles. Porque cuando uno vive para servir, y lo hace con la mirada en lo alto, todo adquiere sentido.

 

Servir no es una opción para quien cree en la verdad, es una consecuencia natural del amor. Y si queremos un país, un estado y una ciudad mejor, empecemos por vivir con coherencia, con entrega y con verdad. Hoy, más que nunca, se necesita una juventud que no tenga miedo de decir, estoy aquí para servir, y lo haré con fe y con todo el corazón.

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