Y aunque hoy no es 8 de marzo, quiero comenzar mi mensaje reconociéndote a ti, mujer.

A ti que cada mañana te levantas con fuerza para demostrar de lo que eres capaz, a ti que resistes y luchas contra cualquier forma de violencia, física, psicológica, económica o simbólica. A ti que, pese a los obstáculos, sigues abriéndote camino en un mundo que a veces no te mira con justicia. A ti que alzas la voz por las que ya no pueden hacerlo, que exiges paz, respeto, justicia e igualdad.

Hoy, 25 de octubre, recordamos que no hay razón, cultura ni costumbre que justifique la violencia contra una mujer. Este día no es una celebración, es un llamado a la conciencia, una invitación a reflexionar y actuar para erradicar todo tipo de violencia que lastima, silencia o limita los sueños de tantas mujeres y niñas.

Porque cada historia de violencia es también una historia que nos interpela, que nos obliga a mirar de frente una realidad que aún duele, pero que puede cambiar si no guardamos silencio. Por eso, este día también es para honrar a quienes han sobrevivido, a quienes siguen luchando por vivir libres y seguras, y para recordar a quienes ya no están, víctimas de una violencia que jamás debió existir.

Hoy, más que nunca, reafirmamos nuestro compromiso con un futuro diferente: uno donde las mujeres puedan caminar sin miedo, expresarse sin ser juzgadas y decidir sin ser cuestionadas. Un mundo donde ser mujer no signifique tener que defender la vida, sino disfrutarla plenamente.

Tal vez una sola persona no pueda cambiar el mundo entero, pero sí puede cambiar su entorno, sembrar respeto, empatía y conciencia. Y eso, sin duda, marca la diferencia.

“Mujeres de alas, no de jaulas.”