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Sólo está derrotado aquel que ha dejado de luchar | Opinión de Froylán Castillo

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 29 may
  • 3 Min. de lectura
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México se encuentra frente a una elección que nunca debió existir. No porque el Poder Judicial no necesite transformarse , vaya que lo necesita sino porque lo que nos están vendiendo como una reforma es, en realidad, una estrategia burda de captura institucional, es el disfraz de unalegitimidad democrática al oficialismo que no tiene ni merece.


La elección de jueces y magistrados por voto popular no surge de una demanda ciudadana, ni responde a una visión técnica o democrática para mejorar la impartición de justicia. Se trata, más bien, de una imposición nacida del resentimiento presidencial, impulsada por una mayoría oficialista y construida desde el desprecio absoluto por el equilibrio de poderes. Esta reforma no busca fortalecer al Poder Judicial, sino someterlo. Es el legado de un presidente que, en su obsesión por el control absoluto y su complejo con la legalidad, decidió despedirse dejando sembrada una bomba institucional: entregar la justicia al juicio de las urnas, no para acercarla al pueblo, sino para garantizar su dominio sobre el último poder que aún se le resistía.


Nos enfrentamos, pues, a una elección atípica, inédita, y profundamente preocupante. El oficialismo nos dice que el pueblo elegirá, pero lo que en realidad está detrás es un diseño perverso: una simulación de democracia donde, bajo el pretexto de la participación, se pretende garantizar la permanencia del régimen en los tribunales. Se dice que el pueblo manda, pero es el partido quien impone. Basta ver los nombres que ya se perfilan para entender que lo que se juega no es una justicia más cercana, sino un Poder Judicial subordinado.


Y en medio de todo esto, la gran pregunta: ¿votar o no votar?

Hay voces respetables que llaman a no participar, a no validar con nuestra presencia un ejercicio que califican como circo. Se nos dice que acudir a las urnas es legitimar un atropello, y que abstenerse es una forma de resistencia civil. Y lo entiendo. Porque esta reforma no corrige los problemas estructurales del sistema judicial corrupción, opacidad, rezago procesal sino que los agrava al politizar aún más la impartición de justicia.


Pero también hay quienes creemos en no rendirnos. Porque hay una frase que me acompaña en la vida pública y privada del gran Maquío: “sólo está derrotado aquel que ha dejado de luchar”. Y por eso, aunque el tablero esté inclinado, aunque las reglas estén viciadas, creo que participar sigue teniendo sentido. Votar, sí, pero no por cualquiera. Votar por quienes tienen carrera judicial, por quienes no deben su trayectoria a una cúpula política, por quienes, aún dentro de este teatro, podrían representar un contrapeso mínimo, un resquicio de decencia.


Y quiero detenerme aquí para hablar de Chihuahua.


Nuestro estado no ha sido aún conquistado por Morena. Y por eso mismo, hoy más que nunca, Chihuahua es visto como un botín político. El oficialismo necesita completar su dominación institucional, y no descansará hasta doblegar también al Poder Judicial local. Por eso esta elección por más confusa, ilegítima y construida desde el absurdo que sea debe preocuparnos especialmente a los chihuahuenses. Porque no solo está en juego lo nacional. También lo está la justicia local, esa que nos toca más de cerca, la que aún tiene márgenes de dignidad que pueden ser defendidos.


Que no nos engañen. Esta elección no fue pensada para mejorar la justicia, sino para someterla. Pero si de algo sirve este despropósito, que sirva al menos para hacer valer nuestro voto por aquellos candidatos que ya ejercen, que tienen trayectoria, que no deben su nominación al partido en el poder, que no son títeres de la Cuarta Transformación. Candidatos incorruptibles, que todavía pueden cuidar aunque sea en parte la autonomía judicial.


Sí, esta elección es una burla. Sí, es una aberración jurídica y política. Pero ya es una realidad. Y como en toda realidad, hay margen de acción, aunque sea pequeño. Porque si algo hemos aprendido en los últimos años es que cuando el poder avanza sin resistencia, nunca se detiene. Hoy son los jueces. Mañana, ¿quién quedará?


Votar o no votar. Esa es la pregunta que muchos nos hacemos. Yo no vengo a dar una receta. No pretendo decir qué está bien o qué está mal. No diré que votar sea correcto, ni tampoco que no votar lo sea. Solo sé que rendirse nunca es opción. Porque en el fondo la única derrota es la renuncia a la lucha. Y para mí, la forma de luchar en esta elección es cederle mi voto a esas personas que sí pueden quedarse a dar la batalla por la justicia.


Porque lo contrario a votar no es abstenerse. Lo contrario a votar es rendirse. Que no nos derroten, sin haber luchado.

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