Pobreza: Buenas cifras, viejas heridas | Opinión de Gael Haziel
- La Redacción

- 14 ago
- 2 Min. de lectura

México amaneció con una noticia que, por sí sola, podría cambiar el tono de cualquier conversación política: la pobreza disminuyó, y no por décimas, sino a niveles históricos. Entre 2018 y 2024, más de 13 millones de personas dejaron de ser pobres en la medición multidimensional, y más de 15 millones salieron de la pobreza por ingresos. El avance no es un espejismo: las 32 entidades federativas mejoraron, y en 13 estados la pobreza extrema multidimensional está prácticamente erradicada.
Pero aquí viene el “pero” que nadie quiere escuchar en la conferencia de prensa: todavía hay 38.5 millones de personas que no pueden ejercer plenamente sus derechos más básicos, y 46 millones que viven con ingresos insuficientes. Eso es casi la tercera parte del país.
Reducir la pobreza es un triunfo que se debe reconocer, pero sería un error histórico usarlo como medalla para olvidar que los problemas estructurales siguen ahí. La salud pública está herida: más mexicanos hoy carecen de acceso a servicios médicos que en 2018. La informalidad laboral sigue siendo mayoría y la seguridad social no cubre a quienes trabajan más duro. Las brechas entre el norte y el sur no han desaparecido; en algunos casos, se han ensanchado.
El sexenio de López Obrador le deja al país una base sólida para seguir avanzando. Pero la historia mexicana está llena de “logros” que se evaporan cuando cambian los vientos políticos. Si la siguiente administración no consolida lo alcanzado, estas cifras se convertirán en otra anécdota estadística que no transformó vidas de manera duradera.
Hoy más que nunca se necesita una visión que vaya más allá de repartir buenas noticias. Se requiere construir un país donde la pobreza no solo se reduzca en las encuestas, sino en la vida diaria de la gente. Donde no se dependa de programas asistenciales como único sostén, sino de empleos dignos, salud garantizada, educación de calidad y oportunidades reales de desarrollo.
Las cifras de este año son motivo de esperanza, pero no de autocomplacencia. Porque mientras millones sigan viviendo al filo, sin la certeza de un mañana mejor, la pobreza seguirá siendo más que un número: será una herida abierta que, si no se atiende con visión de largo plazo, puede volver a sangrar.







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