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La Ley Censura: el disfraz democrático del autoritarismo | Opinión de Froylán Castillo

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 30 abr
  • 2 Min. de lectura
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Una vez más, la máscara cae. La reciente iniciativa de la Ley Federal de Telecomunicaciones mejor conocida como la Ley Censura no es más que otro intento por consolidar un régimen autoritario en México, disfrazado de legalidad y “gobernanza digital”.


El artículo 109, que habilita al gobierno para ordenar el bloqueo de plataformas digitales por "incumplimientos normativos", es apenas la punta del iceberg de una ley de más de 200 páginas que, al estilo de los regímenes más oscuros de la historia, busca silenciar la disidencia, controlar el pensamiento y eliminar cualquier voz que se atreva a cuestionar al poder.


La izquierda que hoy gobierna no es la que prometía justicia social, pluralidad y derechos. Es una izquierda fascista, funcional al totalitarismo, que no tolera la crítica y ve en la censura un instrumento legítimo del Estado. No es casualidad. La historia nos ha enseñado y Venezuela es el ejemplo más claro que los gobiernos populistas y autoritarios llegan al poder por medio de la democracia, sólo para destruirla desde dentro. Chávez, Maduro, y ahora Sheinbaum, utilizan los mismos métodos: controlar las instituciones, colonizar los medios y perseguir al pensamiento libre.


El caso de esta iniciativa es paradigmático: se introdujo de noche, a espaldas del pueblo, con una aprobación fast track en comisiones al día siguiente, así al estilo mas ruín, sin lectura, sin debate, sin vergüenza. La estrategia era clara: aprovechar una coyuntura mediática internacional para pasar, de contrabando, una ley que otorga al gobierno poder absoluto sobre los medios, las redes sociales y, por tanto, sobre la opinión pública.


Lo más alarmante es que el régimen ya no necesita esconder sus intenciones. Lo hace abiertamente, sabiendo que controla cámaras, que ha debilitado a los órganos autónomos y que cuenta con una mayoría parlamentaria que obedece sin cuestionar y solo se dedica a levantar la mano. Hoy, Sheinbaum y sus operadores hablan de derechos digitales mientras redactan decretos que podrían silenciar hasta el último espacio de libertad que le queda al ciudadano.


¿Dónde quedó el derecho a disentir? ¿Dónde está la pluralidad prometida? ¿Dónde la izquierda democrática que decía luchar por las causas sociales? Lo que vemos es el nacimiento institucional de una dictadura de manual, que avanza paso a paso con reformas secundarias, que convierte funciones autónomas en oficinas subordinadas, que erosiona la división de poderes y que ahora va por el control total de la comunicación.


No se equivoquen. Lo que ocurrió no fue una retirada. Fue una pausa. Una estrategia para reposicionar una ley que volverá más fuerte, más disfrazada y más peligrosa. México debe despertar. Hoy más que nunca es tiempo de alzar la voz, de rechazar la censura, de defender la libertad de expresión como lo que es: el último bastión de una democracia en peligro.


Porque cuando el poder lo controla todo, los supuestos votos, los jueces, los medios y ahora las plataformas digitales, la dictadura ya no es una amenaza: es una realidad que se vuelve ley.


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