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Decisiones que construyen futuro | Opinión de Leonardo Lozano

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 21 abr
  • 3 Min. de lectura
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Hay momentos en los que la vida nos obliga a hacer una pausa y observar. Observar lo que somos, lo que fuimos y lo que estamos construyendo. En lo personal, estos últimos días me han llevado a reflexionar sobre algo que, aunque parece obvio, rara vez analizamos con la seriedad que merece: la importancia de nuestras decisiones.


Decidir es un acto cotidiano. Elegimos a qué hora despertar, cómo responder a una situación, qué decir, qué callar, con quién convivir, en qué creer. Pero algunas decisiones, aunque surgen igual de rápido, tienen un peso completamente distinto. Algunas no tienen vuelta atrás. Otras sí, pero dejan huellas profundas. Y muchas veces, son las que más ignoramos en el momento.


Con este pensamiento en mente, tuve la oportunidad de asistir al Centro de Reinserción Social para Adolescentes Infractores en la capital del estado. Se trató de cumplir con una de las actividades programadas dentro del programa de acompañamiento a jóvenes en conflicto con la ley, que impulsamos desde el Instituto Chihuahuense de la Juventud.


La visita incluyó una charla, algunas dinámicas recreativas y un mensaje final enfocado en el poder de la decisión. No fuimos a “cambiar vidas” en un par de horas. No funciona así. Pero sí fuimos con el compromiso de hacer presencia, de escuchar y de abrir espacios donde, al menos por un momento, los jóvenes puedan mirar hacia adentro y preguntarse qué quieren hacer con lo que sigue.


Muchos de los jóvenes que están ahí cometieron errores graves, sí. Están cumpliendo penas que, por ley, no pueden exceder los cinco años al haber sido menores de edad al momento del delito. Y es ahí donde comienza otro tipo de trabajo. Uno que va más allá de lo jurídico, lo administrativo o lo institucional. Es un trabajo humano. De acompañamiento real. Porque aunque haya consecuencias legales, también hay una vida que continúa después de la sanción.


En ese proceso, nuestro objetivo no es hacer juicios. No estamos ahí para justificar sus actos, ni para castigar doblemente lo que ya está siendo procesado por la ley. Nuestro rol es otro: acercar herramientas, abrir canales, motivar un cambio que no se impone desde fuera, sino que debe nacer desde adentro. Porque, al final del día, la reinserción no se trata solo de cumplir una pena. Se trata de qué tipo de persona va a salir una vez cumplida esa pena.


Por eso se vuelve tan importante este tipo de trabajo, que aunque pueda parecer pequeño frente a un problema estructural, representa un paso firme hacia un enfoque más justo, más empático y más efectivo.


Desde nuestro lugar, buscamos que las actividades no se queden en lo superficial. El deporte, las dinámicas grupales, las pláticas, no son un fin en sí mismo. Son vehículos. Herramientas que permiten construir confianza, romper barreras, establecer vínculos y, poco a poco, abrir espacio para que el joven se cuestione, se mire distinto y, si está dispuesto, inicie un proceso de transformación.


Eso sí, no hay garantías. Sería complejo pensar que todos los jóvenes que salen de un centro de reinserción lo hacen listos para comenzar de cero. Hay recaídas. Hay resistencias. Hay contextos muy complejos. Pero también hay historias de cambio. Historias reales de jóvenes que, tras cometer un delito, decidieron no repetir el ciclo. Que se levantaron, estudiaron, buscaron un empleo, formaron una familia y no volvieron a pisar una celda. Y en muchos de esos casos, lo que marcó la diferencia no fue un gran discurso, sino una suma de acompañamientos constantes, reales y humanos.


Es importante entender que la reinserción social no es un acto aislado. Es un proceso que implica corresponsabilidad. No solo del Estado, también de la sociedad, de las familias, de las comunidades y, por supuesto, del propio joven. Y aunque ese camino es complejo, vale la pena seguir apostando por él.


Para quienes estamos del otro lado de las rejas, tomando decisiones todos los días en libertad, también hay un mensaje: cada decisión cuenta. Y si no estamos en conflicto con la ley, si no vivimos un proceso judicial, si no nos enfrentamos a ese nivel de consecuencias, deberíamos aprovechar cada oportunidad que tenemos para construir un camino distinto.


Uno que no solo evite el error, sino que se esfuerce por sumar, por aportar, por hacer bien las cosas desde el principio.


No se trata de vivir con miedo a equivocarse, sino con conciencia de que lo que hacemos hoy puede moldear lo que seremos mañana

El futuro no se espera, se construye…

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